
Yala, la Sirena.
Unas dos horas antes de la medianoche, cansado, el solitario Chile, mi amigo de infancia, luego de trabajar en el Coto de truchas de Los Nogales en vez de regresar a su casa por la Ruta Provincial 4 misteriosamente lo hace a pie por la playa del Río Yala.
Unas dos horas antes de la medianoche, cansado, el solitario Chile, mi amigo de infancia, luego de trabajar en el Coto de truchas de Los Nogales en vez de regresar a su casa por la Ruta Provincial 4 misteriosamente lo hace a pie por la playa del Río Yala.
En el cielo no hay estrellas, ni luna, solo hay nubes negras anunciando tormentas, comienza a llover, las primeras gotas de lluvia golpean su sombrero, el rostro y los bigotes se le mojan, no le importa, está acostumbrado, disfruta de ese momento y como lo hizo miles de veces sigue caminando con los pies mojados por ese sendero de piedras resbaladizas y vertientes con berros.
Los ensordecedores y luminosos relámpagos adornan la noche, por rato la transforman en día, le permiten ver como las serenas aguas salpican y mojan a las piedras, de repente un gigantesco y estremecedor relámpago lo ilumina todo, al río y a las lomas que lo rodean y ahí en la piedra más grande, la ve sentada, hermosa, perfecta, con su cabellera negra, con el torso desnudo y su gran cola de pez, si es ella, Yala, nuestra mítica y perlada sirena, quien con un suave canto lo llama y luego ambos, enamorados, en las frescas aguas del río sin hacer ruido desaparecen.
