
El cruce entre el actor Ricardo Darín y el ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, ya no es solo un ida y vuelta mediático: se convirtió en un nuevo capítulo del desencanto social frente a un gobierno que parece más preocupado en burlarse de los argentinos que en resolver sus problemas.
Todo comenzó cuando Darín, invitado al programa de Mirtha Legrand, se atrevió a decir algo que cualquier ciudadano de a pie siente en carne propia: «Una docena de empanadas cuesta 18 mil pesos». El comentario, lejos de ser una exageración, describe la cruda realidad de una economía que hace agua por todos lados.
Pero al ministro no le gustó. Desde su torre de cristal, Caputo no solo desestimó el dato, sino que lo hizo con una soberbia pocas veces vista en democracia. “Todo bien si él puede comprar empanadas en lugares más caros. Pero no valen eso, Ricardito”, ironizó. Sí, le dijo Ricardito, como quien minimiza a un nene que opina en la mesa de los grandes.
Darín, lejos de quedarse callado, recogió el guante con altura y contundencia:
“Fue bastante despectivo para un funcionario público. No entiendo por qué me dice Ricardito. Dijo que lo que dije ‘es una estupidez’, con lo cual me estaría tratando de estúpido.”
Pero la cosa no termina ahí. El actor, con la lucidez que lo caracteriza, también dejó en claro que no estaba criticando a Caputo en lo personal, sino describiendo una realidad que el Gobierno prefiere ignorar:
“Los precios están elevados, la gente lo sabe. Esto no tiene nada que ver con hablar mal del Gobierno, simplemente es lo que vemos todos los días.”
Y disparó, con elegancia quirúrgica:
“Estamos en democracia. Si empezás a tener miedo de decir lo que pensás, te empezás a quedar callado. Y eso no está bien.”
Mientras tanto, en redes sociales se armó la rosca: trolls oficialistas, fanáticos libertarios y opinólogos de teclado salieron a pegarle a Darín como si hubiera cometido un crimen. Porque claro, en este país cada vez más intolerante, decir la verdad molesta más que mentir descaradamente.
Lo que queda claro es que el Gobierno de Milei –y sus funcionarios como Caputo– no solo están desconectados de la realidad, sino que se burlan de quienes se atreven a ponerla sobre la mesa. En lugar de responder con datos, lo hacen con chicanas baratas.
Mientras tanto, en la calle, la gente sigue pagando las empanadas a $18.000. Si puede.