
Su partida marca el cierre de una etapa histórica en la política del país y de América Latina.
Mujica fue mucho más que un presidente: fue guerrillero, preso político, legislador, ministro, y mandatario. Su vida estuvo marcada por la coherencia con sus ideales, su austeridad personal y una forma de hacer política que desbordó las fronteras de Uruguay.
Durante la dictadura uruguaya, Mujica pasó 14 años encarcelado, muchos de ellos en condiciones infrahumanas. Sin embargo, tras la recuperación democrática, eligió el camino de la política institucional, integrándose al Frente Amplio, el espacio de izquierda que se consolidó como la fuerza mayoritaria en Uruguay durante las últimas décadas.
Fue presidente entre 2010 y 2015, período en el que Uruguay avanzó en leyes progresistas como la legalización del matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la regulación del cannabis. Su estilo sencillo, sus discursos cargados de sentido común y sus gestos de humildad —como vivir en una chacra y donar la mayor parte de su sueldo— lo convirtieron en una figura admirada a nivel global.
El actual presidente, Yamandú Orsi, considerado por muchos como su heredero político, lo despidió con palabras de profundo respeto: “Se va un referente ético, un luchador incansable por la justicia y un amigo del pueblo”.
El legado de Mujica seguirá vivo en la memoria de millones que lo reconocen como un símbolo de honestidad, lucha y esperanza en la política.