
El clima está espeso en la playa de remises del Aeropuerto Internacional «Dr. Horacio Guzmán». No por el tiempo, sino por la falta de pasajeros. Con apenas un vuelo diario de Flybondi —y a veces ni eso—, los remiseros atraviesan una de las peores crisis de los últimos años. La frase que repite más de uno: «Está siendo durísimo, no hay laburo.»
“Estamos horas y horas esperando a alguien que nunca llega. A veces el vuelo ni despega y nos vamos a casa sin un solo viaje”, lamenta Héctor Segovia, referente del sector en Perico.
La situación es crítica: menos vuelos, menos pasajeros y cero incentivos. La eliminación del programa PreViaje, que supo ser un salvavidas en temporadas anteriores, dejó un hueco que todavía nadie cubrió.
«Con PreViaje el aeropuerto explotaba, llegaba gente con reservas, con tours armados. Hoy todo eso desapareció, y los autos habilitados estamos parados todo el día», apunta Segovia.
El golpe más fuerte no solo es económico: también es psicológico. “Los turistas vienen con miedo, preguntan si conviene viajar, si va a cambiar algo. La verdad, el turismo está congelado”, afirma el chofer.
Sin movimiento turístico, sin políticas de incentivo y con tarifas que no alcanzan a cubrir los costos, los trabajadores del volante piden visibilidad y soluciones. Porque si no despegan los aviones, tampoco despega su economía.