
Su historia nace en el pequeño pueblo de Fátima, en Portugal, donde, en 1917, la Virgen María se apareció a tres humildes pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta.
Durante seis apariciones, entre mayo y octubre de ese año, la Virgen les transmitió mensajes de oración, penitencia y conversión, en el contexto de una Europa golpeada por la Primera Guerra Mundial. A los niños les confió tres secretos proféticos, que marcaron la espiritualidad de generaciones y despertaron un renovado fervor mariano en todo el mundo.
Uno de los momentos más impactantes fue el llamado Milagro del Sol, ocurrido el 13 de octubre de 1917, presenciado por más de 70.000 personas. Según testigos, el sol “bailó” en el cielo, cambiando de colores y moviéndose de forma extraordinaria, como signo de la autenticidad de las apariciones.
En Argentina, Nuestra Señora de Fátima tiene una presencia especial en múltiples comunidades, siendo patrona de parroquias, capillas y centros de peregrinación. En pueblos como Yala y alrededores, su festividad se celebra con misas, procesiones, desfiles gauchos y fogones criollos, en una muestra viva de fe popular y amor por la Virgen.
Más allá de lo religioso, la figura de Fátima simboliza esperanza en tiempos difíciles, la importancia de la paz, y la fuerza de la oración. Su mensaje sigue siendo actual: en un mundo lleno de conflictos, la Virgen de Fátima invita al reencuentro con los valores más profundos del alma.
«Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra», decía la Virgen a los niños. Un llamado que hoy sigue latiendo en el corazón de millones.