
Mientras millones de argentinos ajustan hasta para comprar comida, cada senador embolsará el equivalente a más de 30 jubilaciones mínimas. ¿El pueblo? Bien, gracias.
El «milagro» salarial
Todo comenzó cuando los gremios del Congreso cerraron paritarias en abril, logrando aumentos del 1,5% en enero y 1,2% en febrero, retroactivos.
Al estar sus dietas atadas a la evolución del valor del módulo (actualmente en $2.286), y no habiendo nadie que levantara la mano para frenar el beneficio, los sueldos se dispararon.
De este modo:
- Senadores que vivan en el interior cobrarán cerca de $9,1 millones brutos.
- Los de CABA o zonas cercanas, alrededor de $5,7 millones brutos.
La jugada fue silenciosa: nadie quiso hacerse cargo, salvo el cordobés Luis Juez, que pidió formalmente que su dieta no aumentara, aunque su solicitud fue simbólica y no alteró el resultado.
Milei los destrozó en redes
El presidente Javier Milei, quien mantiene una tensa relación con el Congreso, explotó en redes sociales. Posteó una imagen de dos ratas con remeras de «Unión por la Patria» y lanzó:
«Las ratas del Senado evitaron congelar su dieta, van a cobrar 9 millones de pesos por mes».
Cabe aclarar que la vicepresidenta Villarruel no se benefició con este aumento, ya que su salario no está enganchado al sistema de módulos del Senado, sino que depende de la Casa Rosada. Según trascendió, cobra cerca de $2,9 millones en mano, bastante menos que sus colegas senadores.
¿De la motosierra al serrucho?
Curiosamente, fue en 2023 cuando, en plena «fiebre motosierra», los propios senadores votaron un nuevo mecanismo automático de actualización salarial, desligándose de la política de congelamiento impulsada por La Libertad Avanza.
Así, sus ingresos suben sin necesidad de exponerse en nuevas votaciones públicas. Un verdadero blindaje VIP.
Mientras tanto, los trabajadores del Congreso perdieron más del 66% de su poder adquisitivo desde noviembre de 2023, y los jubilados siguen esperando milagros.
En este contexto, los mismos que deberían dar el ejemplo optaron por asegurarse un sueldo de privilegio, lejos de la realidad que vive el grueso de la población.