
Sus aguas cristalinas y las formaciones de piedras a la orilla, que invitan a improvisar cómodas sillas y mesas naturales, ofrecieron el escenario perfecto para una jornada de descanso y diversión bajo un cielo celeste impecable.

La escena se completó con el clásico desfile de vendedores ambulantes, que aportaron su toque tradicional al paisaje. Garrapiñadas, maní salado, algodón de azúcar, maicenas y, por supuesto, los infaltables helados fueron parte del menú que acompañó a los visitantes. El infaltable «inflable heladero», con su característico recorrido de ida y vuelta por el cauce del río, se convirtió en una atracción en sí mismo, llevando dulces frescuras a quienes disfrutaban del agua y ni hablar de los asadores que sahúman a todos los presentes con carnes de todo tipo.

A la vista de esta postal veraniega, queda claro que el río Yala tiene todo el potencial para consolidarse como un destino turístico clave en la provincia, sobre todo en épocas de temperaturas elevadas. La combinación de belleza natural, accesibilidad y servicios tradicionales lo convierten en una opción inmejorable para quienes buscan una escapada refrescante sin alejarse demasiado de la ciudad.

En tiempos de calor extremo en toda la Argentina, Yala y su río emergen como un oasis jujeño, listo para recibir a quienes buscan una conexión auténtica con la naturaleza y la frescura de sus aguas.
