
Desde chico escuché, no tanto a la gente del pueblo de Yala, más bien de desconocidos, especialmente en reuniones políticas, pronunciar y atribuirse esta expresión: «soy un Yaleño de pura cepa».
Pero que significa para nosotros esta expresión que nos da la sensación de vanagloriarnos, de sentirmos orgullosos de tener la suerte de vivir en Yala desde chicos o en la mayoría de los casos desde su nacimiento y de gritarlo a los cuatro vientos.
¿Habrá un Yaleño de pura cepa? ¿Este calificativo se la da a aquella persona que nació, creció, vivió o vive en este pueblo? ¿Qué dedicó toda su vida al campo, a sus animales, a su familia, a velar por el bienestar de cada uno de los habitantes de este pueblo? ¿Será un terrateniente, un político, un gaucho, un pueblerino?
Yo conozco a un yaleño de pura cepa que desde tiempos inmemoriales con su encanto, con su magia, con su frescura y bravura da vida al pueblo convirtiéndolo en un lugar de ensueño y misterio, es un señor que con sus pinceladas de agua cristalina dio vida a este lugar llenándolo de paisajes asombrosos para deleite de todos.
El mismo está lleno de historia o sino díganme ¿no habrá Belgrano, Güemes y tantos otros patriotas bebido de sus frescas aguas y curado de sus heridas despues de una feroz batalla con las tropas realistas? ¿O bien que escritor, historiador o poeta no escribió sobre él, dedicándoles con delicadas letras: fantásticas aventuras y poemas de amor?
Entonces digo para conocimiento de mis lectores y de otros que, para mi: «Yaleño de pura cepa» hay uno solo: El río Yala.
