
La autonomía de la Provincia de Jujuy no fue el resultado de acciones repentinas ni de sucesos inesperados. Según apreciaciones de Miguel Ángel Vergara y de otros historiadores, los conflictos entre jujeños y salteños se remontan a los tiempos de la fundación de ambas ciudades.
Con el correr de los años, fueron constantes los roces entre vecinos de una y otra ciudad.
Hacia finales del siglo XVIII, las relaciones se tornaron extremadamente tensas. Las autoridades políticas y militares residían en Salta, mientras las Cajas Reales funcionaban en Jujuy. Por ello, los salteños intentaron el traslado de las mismas, a lo que los jujeños se opusieron tenazmente. Sometida la cuestión al Virrey del Perú la resolución fue favorable a los jujeños. El Virrey Manuel de Amat y Junyent, consideró que el traslado ocasionaría graves perjuicios a Jujuy, ciudad mejor situada geográficamente, por hallarse a la vera de la ruta principal del Perú.

Además, era un punto crucial para el recambio de animales y cargas. Esto evitaba desplazamientos innecesarios de caravanas y viajeros, alejándolos de la principal vía de comunicación entre las provincias “abajeñas” y el Perú.
La controversia por el asunto de las Cajas de la Real Hacienda no fue la primera ni la más importante de las discrepancias entre jujeños y salteños. Ellas continuaron con el devenir de los años aún, después de la creación del Virreynato del Río de La Plata. Entre los habitantes de Jujuy se fue gestando paulatinamente el deseo de independizarse de Salta, impulsados principalmente por razones de índole económica, aspecto en el que se sentían particularmente perjudicados.
Producida la Revolución de Mayo, la Primera Junta solicitó a las ciudades, el envío de un diputado. Esto se interpretó como virtual reconocimiento de la capacidad autónoma de las mismas, lo que contribuyó a exaltar el ánimo de los jujeños, que creyeron ver llegada la hora de la independencia.
Grande fue la decepción de los vecinos de Jujuy, cuando por decisión de la Junta de Buenos Aires continuó vigente el sistema de Intendencias. Como consecuencia de ello los vecinos de las capitales de Intendencias elegirían la “Junta Provisional”. De allí la prescindencia de las ciudades sufragáneas. Ellas designaban Juntas dependientes, con la sola función de ejecutar las resoluciones de aquellas.
Durante el gobierno de la Primera Junta, Buenos Aires tenía el manejo de todo el Virreinato. Por su parte la Junta Grande, conservaba el dominio de Córdoba y Salta sobre los demás municipios que integraban sus jurisdicciones.
El 4 de setiembre de 1810, se procedió a la elección del diputado que representaría a Jujuy y resultó electo el canónigo Juan Ignacio de Gorriti. Pocos días después se expidió el Cabildo de Jujuy, fijando su posición y extendiendo las instrucciones a las que debía ajustarse su representante, quien por otra parte, se hallaba profundamente compenetrado del sentimiento jujeño.
Incorporado el canónigo Gorriti a la Junta Grande se abocó de inmediato a la tarea de lograr de ese organismo el reconocimiento de Jujuy como provincia autónoma y soberana. Pero la actitud del gobierno central de la Junta y de la Intendencia de Salta que negaron la emancipación provincial, sumaron una nueva postergación al viejo anhelo de los jujeños.
En los primeros días de 1811 se produjo en las proximidades de San Ramón de la Nueva Orán un levantamiento indígena que ponía en peligro al territorio de la Provincia de Jujuy. El cabildo de la ciudad, que sustentaba el principio de autonomía se dirigió a la Junta de Buenos Aires y ordenó el movimiento de tropas para repeler el malón. Las autoridades salteñas consideraron que las medidas tomadas por los jujeños constituían un avasallamiento al gobierno de Salta. Tomás de Allende se encaminó rumbo a Jujuy y tras su arribo actuó arbitrariamente; dejó cesantes a varios cabildantes elegidos por el pueblo y designó a otros.
El pueblo de Jujuy reunido en Cabildo Abierto escuchó el manifiesto del Alcalde de Primer Voto, Manuel Fernando Espinosa condenando la injerencia de una autoridad extraña a las legítimas de la ciudad, lo que fue comunicado a la Junta de Mayo. Ella condenó la actitud del gobierno de Salta y ordenó que se dieran las satisfacciones que correspondían al pueblo y gobierno de Jujuy. Posteriormente se eligió delegado a Julián Zegada, para plantear la cuestión ante la Junta y ratificar las aspiraciones de Autonomía.

Al llegar a Buenos Aires el delegado por Jujuy, se puso de inmediato en contacto con el Canónigo Gorriti. Tras largas conversaciones, resolvieron que fuera diputado de la provincia quien representara el memorial ante el alto cuerpo.
El documento que presentó Gorriti ha sido considerado como la partida de nacimiento del federalismo argentino.
En él expone, la situación opresiva que vivía la Provincia y las largas luchas de sus coterráneos por la Independencia. También reclamaba “…el incumplimiento de sus solemnes promesas de establecer la absoluta igualdad de derechos en todos los pueblos y que conforme a ellas se borre, si puede ser de la memoria de los hombres, la dependencia de los pueblos, de las que se han llamado capitales; que cada ciudad se gobierne por sí sola, con la dependencia al Gobierno Supremo…” (sic). Gorriti consideraba que desde el momento en que la Junta había aceptado la incorporación de los Diputados en su seno, reconocía tácticamente la capacidad autónoma de las ciudades que representaban a la Gobernación de Salta. La misma posición se sostuvo en 1816, en el Congreso de Tucumán.
Hacia 1820, se inició en el ámbito político nacional, la lucha entre unitarios y federales este enfrentamiento mantuvo vigente el deseo separatista de los jujeños, que no abandonaron su causa.
El 4 de noviembre de 1831, tras vencer Facundo Quiroga a los unitarios en la Ciudadela, accedió al gobierno de Salta el coronel Pablo Latorre. El nuevo gobernante despojó a Jujuy de los distritos de Iruya, San Andrés y Santa Victoria, por lo que halló fuerte oposición entre los jujeños. Otro factor de discordia fue la vieja enemistad existente entre el Gobernador salteño y Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán. El funcionario tucumano prestó asilo político a Pablo Alemán que se había levantado en armas contra Latorre. Comenzó así la lucha por la hegemonía regional entre Latorre y Heredia; este último llevó siempre la mejor parte.
Los federales salteños estaban descontentos con su gobierno y los unitarios buscaban acceder al poder. Los vecinos de Jujuy y Salta exiliados en Bolivia pretendían derrocar a las autoridades federales de Salta. Estos últimos, apoyados por el mariscal Andrés de Santa Cruz, establecieron contactos con Heredia, quien los impulsó a que cerraran el cerco en torno a Latorre.
La posición del gobernante salteño, se hacía cada vez más difícil. Ella se vió agravada cuando los jujeños, para desprenderse de la tutela salteña, se sumaron a la lucha. Para ello, contaban con el apoyo del salteño José Moldes, que se mostraba más partidario de una invasión jujeña que de tropas tucumanas a las que se atribuían pretensiones territoriales sobre el Valle de Rosario de la Frontera y otras jurisdicciones del sur de la provincia de Salta.
Por otra parte, a juicio de los salteños, la Autonomía de Jujuy era un hecho irreversible. Esa sería la única exigencia por su participación en las acciones contra de Latorre.
El 17 de noviembre de 1834, el pueblo entero de Jujuy ya había decidido que se proclamaría la Independencia, a la madrugada del día siguiente. En las primeras horas del 18 de noviembre, se reunieron en la Sala Municipal los dirigentes del movimiento autonomista, quienes por decisión unánime, invitaron al teniente de gobernador en ejercicio, teniente coronel José María Fascio, a encabezar la acción.
Con júbilo todo el pueblo ocupó la plaza. Constituida la Asamblea, el presidente de la misma José María Fascio, abrió formalmente la sesión. Comunicó que el asunto a tratar era la separación de Jujuy de la capital salteña.
Según consta en el acta “…vertida la opinión de los ciudadanos, escuchando el voto y dictamen de los que quisieron pronunciarse por sí, se declaró por aclamación, voz general de toda la Asamblea, y numerosa barra que asistía a la discusión que querían ser libres, e independientes, con repetidas vivas, y aclamaciones; clamada esta exaltación, se procedió a una votación nominal tomada de cada uno de los concurrentes y resuelto por unánime conformidad de sufragios, y todos sin discrepancia se pronunciaron por la absoluta Independencia Política de esta ciudad y su territorio de la antigua Capital de Salta, declarándose desligados de los vínculos que le unían a ella y al xeje que la precise; y que desde hoy era voluntad decidir por sí de su suerte y arreglar los destinos de esta nueva Provincia” (sic)
Una vez proclamada la Autonomía, José María Fascio renunció a la presidencia de la Asamblea. Y allí mismo, fue elegido por el pueblo como Gobernador Provisorio de la Provincia de Jujuy. Ya en ejercicio de sus funciones, envió al Gobierno de Buenos Aires una comunicación escrita interiorizándolo de lo actuado.
Lo sucedido en Jujuy, llegó casi de inmediato al Gobernador de Salta. Pero este, haciendo caso omiso de la situación se comunicó con el Teniente coronel Fascio. Lo puso al tanto de que una comisión lo visitaría para tratar asuntos de sumo interés. Fascio se negó a recibir a los delegados, quienes debían convencerlo para que enviara tropas de auxilio ante la invasión de los tucumanos. Por ello, ordenó a los diputados de Jujuy que se retirasen de la Legislatura de Salta.
Desbaratados sus propósitos, el Gobernador salteño acompañado del presidente de la Legislatura, el Ministro de Hacienda y una reducida escolta, decidió entrevistar a Fascio.
El coronel Latorre inicio la marcha hacia Jujuy el 20 de noviembre. Al tomar conocimiento de ello Fascio invitó al mandatario a permanecer en Los Sauces. Allí debían esperar una comisión que exigiría el reconocimiento de la Independencia.
El encuentro entre los comisionados Manuel Ignacio del Portal, Pablo Soria, y Benito Sánchez de Bustamante y el Gobernador de Salta, se produjo el 22 sin que llegaran a ningún acuerdo.
Fascio ante el fracaso de las negociaciones, instaló su cuartel general en Perico del Carmen, para iniciar las operaciones sobre Salta.
Sin embargo, antes de decidirse ahora por la fuerza, apeló a un último intento pacífico. Nombró una nueva comisión que marchó de inmediato con destino a Salta, para reiniciar las negociaciones. Para ello no tuvieron mejores resultados que la anterior, debido a la cerrada oposición de Pablo Latorre a reconocer oficialmente la Independencia de Jujuy. La razón de esta actitud, según Miguel Ángel Vergara, se hallaba en la urgente necesidad del gobernador de Salta de contar con el auxilio de todas las fuerzas jujeñas, para hacer frente a la amenaza tucumana.
La falta de decisión del gobernante salteño y las gestiones pacíficas de los jujeños, llegaron a la Legislatura de Salta a reconocer la Autonomía de Jujuy el 2 de diciembre de 1834. Sometía una ley que así lo estipulaba a consideración de un futuro Congreso Nacional.
A pesar de la determinación del cuerpo legislativo de Salta y en cumplimiento de compromisos contraídos por Heredia, las tropas jujeñas, iniciaron el avance hacia la vecina ciudad, bajo el mando de José María Fascio.
Esto contribuyó a la caída de Latorre, que fuera reemplazado por José María Saravia y este posteriormente, por el General José Antonio Fernández Cornejo.
Latorre no acató las órdenes del nuevo mandatario y se dirigió a Cerrillos. Perseguido por tropas jujeñas, se trasladó a Castañares. Allí lo alcanzaron y tras cruenta batalla en la que resultó herido, fue tomado prisionero.
Fascio delegó el gobierno provincial en el coronel Roque Alvarado, entró en la capital de Salta y de común acuerdo con Cornejo, ratificó la Autonomía de Jujuy.
A pesar de que el Gobierno Nacional reconoció oficialmente a Jujuy como Provincia Soberana el 17 de diciembre de 1836, fue en Castañares donde se cerró el capítulo de la Autonomía que había demandado más de dos siglos de luchas inclaudicables a los hijos de Jujuy. Finalmente había llegado la hora de la Independencia. Concluido un capítulo, se iniciaba otro.
Les correspondía a los jujeños, escribir las primeras páginas de su organización política como provincia autónoma, en uso de sus derechos soberanos.
Bibliografía:
• Diccionario General de la Provincia de Antonio Paleari Tomo 1 – MIC (María Isolina Comas)
BIDONDO, Emilio: Historia de Jujuy. José María Fascio y la Autonomía de Jujuy.
CARRILLO, Joaquín: Jujui apuntes de su historia civil
ROSA, José María: Historia Argentina.
DE BORJA, Juan: Páginas de Plata
VERGARA, Miguel Ángel: Compendio de la Historia de Jujuy
ARCHIVO HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE JUJUY
ROJAS, Ricardo: Archivo capitular de Jujuy